viernes, 13 de enero de 2012

La Nueva España

El descubrimiento y colonización de América impulsó la acumulación de riqueza y el ulterior des envolvimiento de la industria y la tecnología en Europa. En cambio, el dominio colonial español, país estancado en el feudalismo y el mercantilismo, que detuvo el libre desarrollo agropecuario e industrial de América Latina, convirtiéndola en zona de subdesarrollo y dependencia económica.
La redacción se encuentra en Oviedo y publica a diario seis ediciones locales que cubren el Principado de Asturias: la general de Oviedo y las específicas para Gijón, Avilés, las Cuencas, el Occidente y el Oriente de Asturias.
Es el más importante en cuanto a tirada según la OJD de todos los periódicos asturianos: tuvo una difusión media de 57.396 ejemplares Julio09/Junio10 y de 91.626 durante los domingos del periodo Julio06/Junio07. Su directora es Ángeles Rivero.
Comenzó a publicarse en Oviedo el 19 de diciembre de 1936 como Diario de la Falange Española de las J.O.N.S. Se estaba en plena guerra civil y durante el asedio de Oviedo por las tropas leales al gobierno de la República Española.
El nuevo diario dispuso de las instalaciones y maquinaria que en la calle Asturias de Oviedo tenía el diario socialista Avance, que había sido dirigido por el periodista Javier Bueno. Tras el decreto de unificación por el que se fusionaban Falange y los Requetés, el periódico pasó a depender de la nueva formación política que se constituía en partido único del régimen de Francisco Franco: Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. Uno de sus fundadores, Francisco Arias de Velasco Sarandeses, lo dirigió hasta el año 1964.
Durante aquellos años del franquismo perteneció al organismo estatal Prensa del Movimiento, cumpliendo el diario las funciones de portavoz del partido único: Órgano provincial de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.
Tras la restauración de la democracia, el Estado se desprendió de sus medios de comunicación impresos, con lo que, como la mayoría de la "prensa del movimiento", fue privatizado y adquirido en 1984 mediante subasta pública por el grupo Editorial Prensa Ibérica S.A. (presidido por Francisco Javier Moll de Miguel).
En los últimos años ha incorporado la impresión de numerosas páginas diarias a color, y ha tenido un gran crecimiento en su región de difusión, Asturias. Así ha pasado de vender unos 29.000 ejemplares diarios de media en 1984 a más de 60.000 en el año 2007. Es el único periódico de una Comunidad Autónoma uniprovincial española que se encuentra entre los diez más leídos de España, y según el Estudio General de Medios ocupa el noveno puesto entre los diarios españoles con una media de más de 360.000 lectores diarios, mientras que su página web www.lne.es tiene más de 1.000.000 usuarios únicos mensuales.
INDEPENDECIA DE MEXICO
El movimiento independentista mexicano tiene como marco la Ilustración y las revoluciones liberales de la última parte del siglo XVIII. Por esa época la élite ilustrada comenzaba a reflexionar acerca de las relaciones de España con sus colonias. Los cambios en la estructura social y política derivados de las reformas borbónicas, a los que se sumó una profunda crisis económica en Nueva España, también generaron un malestar entre algunos segmentos de la población.
En 1810, se inició la guerra de independencia mexicana. Al principio, la suerte fue favorable a los insurgentes, pero luego de la contraofensiva realista, el movimiento de Hidalgo fue derrotado.

La "carencia de un Rey legítimo" en España permitió el inicio de las conspiraciones: durante el gobierno de Francisco Xavier Lizana, en Valladolid se organizó un grupo de opositores gracias a José María Obeso y José Mariano Michelena. Aparentemente, sus planes iban por buen camino; sin embargo, fueron descubiertos y uno de los miembros de su cofradía, Ignacio Allende, trasladó la conspiración a San Miguel el Grande y Querétaro.
Los conjurados se reunían bajo la pantalla de celebrar "tertulias literarias" gracias al apoyo de los corregidores de Querétaro, Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz. Pronto se incorporaron a ellos Miguel Hidalgo, Juan Aldama y José María Sánchez. Al cabo de varias juntas el plan estaba listo: la insurrección se iniciaría en diciembre de 1810.
A pesar del sigilo, la intriga quedó al descubierto pero Josefa Ortiz pudo avisar a Aldama y Allende. Ambos partieron rumbo a Dolores para encontrarse con Hidalgo. Luego de sopesar las posibilidades cayeron en cuenta que sólo tenían la opción de tomar las armas y Miguel Hidalgo, en vez de llamar a misa, convocó a los habitantes del pueblo a la insurrección.
La suerte comenzó a sonreír a los insurgentes: sin grandes problemas tomaron San Miguel y Celaya, donde la muchedumbre nombró generalísimo a Hidalgo y otorgó el cargo de teniente a Ignacio Allende. Incluso, en aquellos días, Hidalgo convirtió en su bandera la imagen del nacionalismo mexicano al apropiarse de un estandarte de la Virgen de Guadalupe que se encontraba en el santuario de Atotonilco.
El inicio de la revuelta en el Bajío -el principal cruce de caminos en Nueva España- permitió que la noticia se difundiera con gran velocidad y, en varios lugares, se iniciaran levantamientos similares: José María Morelos -un sacerdote que había sido discípulo de Hidalgo- recibió la encomienda de "insurreccionar el sur", mientras que José Antonio Torres tomó la ciudad de Guadalajara.
A los doce días de iniciada la marcha, las tropas de Hidalgo llegaron a Guanajuato, donde enfrentaron su primera batalla formal: la toma de la alhóndiga de Granaditas. El combate fue cruento, pero el saqueo y los excesos de los insurgentes fueron mucho peores, a tal grado que perdieron la simpatía de una buena parte de los criollos.
La victoria de Guanajuato los llevó a seguir adelante y tomar rumbo a la capital novohispana, que en aquellos momentos se hallaba desprotegida. Así, el 30 de octubre de 1810, las fuerzas insurgentes presentaron batalla en el Monte de las Cruces, donde obtuvieron una difícil victoria. La posibilidad de tomar la Ciudad de México estaba al alcance de sus manos; aunque el temor al saqueo, la posibilidad de que sus fuerzas quedaran rodeadas por el ejército de Calleja o las primeras desavenencias entre los líderes insurgentes, los llevaron a retirarse.
A los pocos días, la suerte de "los alzados" comenzó a menguar: en Aculco fueron vencidos por los realistas y los líderes del movimiento se separaron: Allende dirigió sus pasos hacia Guanajuato, mientras que Hidalgo avanzó a Guadalajara. No era casual que la fortuna dejara de sonreírles, el gobierno virreinal había encargado la contraofensiva a quien se convertiría en el gran enemigo de los insurgentes: Félix María Calleja.
En Guadalajara, Hidalgo organizó su gobierno y dictó sus primeras medidas: abolió la esclavitud y los estancos, y declaró que las tierras de las comunidades eran de uso exclusivo de los indígenas. Pero también autorizó la ejecución de los españoles que fueran hechos prisioneros.
La presión de Calleja lo obligó a tomar rumbo al norte y sufrir la derrota definitiva: en Puente de Calderón, los 5 000 hombres de Calleja batieron a 90 000 insurgentes. El desastre -que fue acrecentado por la pérdida de municiones- era irreparable: los líderes insurgenteshuyeron hacia el noroeste del virreinato y, durante la marcha, le arrebataron el mando a Hidalgo para entregárselo a Allende.
Pero ya era demasiado tarde: fueron traicionados y aprehendidos en Acatita de Baján. Luego del juicio fueron fusilados y decapitados. Sus cabezas enjauladas se colgaron en las esquinas de la alhóndiga de Granaditas.
La Batalla del Monte de las Cruces fue un enfrentamiento militar ocurrido en Monte de las Cruces, cercano a Toluca, en el municipio de Ocoyoacac, Estado de México, el 30 de octubre de 1810, entre las fuerzas del Ejército Insurgente, dirigido por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, y las fuerzas leales a la Corona española, comandadas por el coronel Torcuato Trujillo.
Tras triunfar en la Toma de la Alhóndiga de Granaditas, el 28 de septiembre los Insurgentes se dirigieron a Valladolid y más tarde tomaron Toluca, el 25 de octubre. El Virrey de la Nueva España, Francisco Xavier Venegas ordenó al general Trujillo, quien gozaba de mucho prestigio por su participación en la Batalla de Bailén, ponerse al frente de las pocas guarniciones realistas de la capital, y con ellas habría de emprender un intento para hacer frente a los independentistas. La mañana del 30 de octubre, les alcanzaron en un paraje cercano a la capital conocido como Monte de las Cruces. Los realistas fueron derrotados por los más de 80 000 insurgentes, quienes consiguieron gran parte del armamento español y estuvieron a un paso de tomar la Ciudad de México, pero por motivos desconocidos,
Hidalgo decidió no entrar en México y retirarse al Bajío, donde el 7 de noviembre, Félix María Calleja infligió la primera derrota insurgente en la Batalla de Aculco, hecho que distanció a Hidalgo de Allende, ya que los jefes insurgentes tomaron rutas distintas; el primero marchó a Valladolid y el segundo a Guanajuato.
BATALLA DE ACULCO.
Estos temores fueron aprovechados por Calleja, que se enfrentó a los rebeldes los derrotó en una región llamada San Jerónimo de Aculco, en Querétaro. De los 80,000 hombres victoriosos del monte de las cruces, sólo quedaron unos 40,000. Hidalgo se dirigió entonces a Valladolid Allende a Guanajuato, pero éste fue rechazado y obligado a huir hacia Guadalajara, donde pretendía unirse a aquel.
La muerte de los principales caudillo de la independencia no acabó con el movimiento. Éste fue continuado, por Ignacio López Rayón y, al sur, por José María Morelos y Pavón, quien daría la organización, estrategia y carácter militar que no había tenido entonces.
Rayón reunió tropas insurgentes dispersas y desorganizadas por la muerte de Hidalgo. De Coahuila pasó a Zacatecas pero, perseguido por Calleja, sé transado a Michoacán, y en Zitácuaro formó una junta de Gobierno para unir y reorganizar el ejército y para establecer un gobierno libre; para ello expidió un Manifiesto a la Nación, este documento fue enviado a Morelos, que lo rechazó porque no estaba de acuerdo conque Fernando III siguiera gobernando a la colonia, como proponía la junta de Gobierno.


La muerte de los principales caudillo de la independencia no acabó con el movimiento. Éste fue continuado, por Ignacio López Rayón y, al sur, por José María Morelos y Pavón, quien daría la organización, estrategia y carácter militar que no había tenido entonces.
Rayón reunió tropas insurgentes dispersas y desorganizadas por la muerte de Hidalgo. De Coahuila pasó a Zacatecas pero, perseguido por Calleja, sé transado a Michoacán, y en Zitácuaro formó una junta de Gobierno para unir y reorganizar el ejército y para establecer un gobierno libre; para ello expidió un Manifiesto a la Nación, este documento fue enviado a Morelos, que lo rechazó porque no estaba de acuerdo conque Fernando III siguiera gobernando a la colonia, como proponía la junta de Gobierno.
En esta campaña, la finalidad de Morelos era avanzar hacia el centro del país y llegar a la capital. Divide a sus hombres en tres partes, una abajo las órdenes de Miguel Bravo y Valerio Trujillo, pretenda avanzar al centro del país y
llegar a la capital. Dividió al ejército: él se dirigía a Puebla y México, Miguel Bravo y Valerio Trujano a Oaxaca, y los Galeana a Toluca; dejó una parte de la tropa cerca de Acapulco, por si se podía reiniciar la lucha. Morelos y los Galeana cumplieron su cometido, Valerio Trujano logró entrar a Huajuapan, en Oaxaca, pero Miguel Bravo no consiguió su propósito.
Ante tal acometida, el virrey ordenó a Calleja que detuviera al avance de los rebeldes. Mientras tanto, Morelos y su ejército habían tomado Cuautla e instalado una fortificación para vencer a Calleja, hasta entonces había ganado todos los encuentros contra los insurgentes. Éste, al ver que no podía vencerlos en combate, intentó dominarlos por hambre; los cercó durante 73 días, esperando la rendición que no iba a llegar; incluso les ofreció un indulto que Morelos no aceptó. Todos los pobladores apoyaban a los insurgentes; hasta se cuenta la historia de un niño, Narciso Mendoza, que disparó un cañón contra el enemigo, al ver a los suyos tan cerca de la derrota. Con todo, en la
ciudad nadie pensaba rendirse.


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