viernes, 13 de enero de 2012

Mesoamerica

Ciclos y Periodos de Mesoamerica

 El Preclásico transcurre del 1500 al 200 a.C., cuando Mesoamérica estaba poblada por numerosas aldeas agrícola artesanales autosuficientes. Se caracteriza por las primeras concentraciones de aldeas en torno a centros urbanos y ceremoniales, situación que ocurrió en la conformación de la cultura olmeca en el Golfo de México, Monte Albán en Oaxaca, y Uaxactún y Tikal de los mayas en el Petén guatemalteco.
 El Clásico comprende los años del 200 a.C. al 800 d.C., cuando se edificaron esplendorosas ciudades con monumentales pirámides y obras escultóricas que expresaban la filosofía del ser humano y el Universo; en ese periodo se desarrollaron las prácticas agrícolas artesanales y el comercio. Una de las principales culturas fue la teotihuacana en la cuenca de México, mientras ocurría el florecimiento de Monte Albán en Oaxaca, de los centros mayas de Tikal y Uaxactún y la formación de Yaxcbilán, Piedras Negras, Palenque y Bonampak en Chiapas, y Chichén Itzá en Yucatán. 

El Posclásico abarca el periodo de 800 a 1521 d.C. Luego de un periodo de desestabilización, despoblamiento de las grandes ciudades y migración de muchos grupos étnicos, surgieron culturas guerreras que dominaron a otros pueblos, como los mexicas y los purépechas. El área maya se caracteriza por el denominado "colapso' o despoblamiento de las principales ciudades. Chichén Itzá se ubica como ciudad dominante.
El desarrollo de Mesoamérica se extendió por varios siglos. Los especialistas discuten sobre la época que puede considerarse el "inicio" de la civilización mesoamericana. De acuerdo con algunas posturas, el hito inicial consiste en el desarrollo de la alfarería. Otros consideran que el primer complejo mesoamericano se desarrolla entre los siglos XV y XII a. C., período contemporáneo a la cultura olmeca. A lo largo de su historia, los pueblos mesoamericanos construyeron una civilización cuyas expresiones hablan de elementos compartidos por varios pueblos y rasgos que los distinguen entre sí. En la medida que avanzó el proceso civilizatorio, algunos rasgos se homogeneizaron por el contacto interétnico y otros adquirieron especificidad en ciertos contextos. Este proceso fue continuo y perduró hasta la colonización española. Algunos autores emplean indistintamente los nombres nahuas para describir objetos y conceptos originales de Mesoamérica y otros destacan las diferencias entre los pueblos de la región.
  
OLMECAS, MAYAS Y AZTECAS

México fue el asentamiento de algunas de las civilizaciones más antiguas y desarrolladas del hemisferio occidental. Existe evidencia de que una población dedicada a la caza habitó el área hacia el año 21000 a.C. o incluso antes. La agricultura comenzó alrededor del año 5000 a.C.; entre los primeros cultivos estuvieron la calabaza, el maíz, el frijol y el chile. La primera civilización mesoamericana importante fue la de los olmecas, quienes tuvieron su época de florecimiento entre el 1500 y el 600 a.C. La cultura maya, de acuerdo con la investigación arqueológica, alcanzó su mayor desarrollo al acercarse el siglo VI. Otro grupo, los guerreros toltecas, emigraron desde el norte y en el siglo X establecieron un imperio en el valle de México. Fueron los fundadores de las ciudades de Tula y Tulancingo (al norte de la actual ciudad de México) y desarrollaron una gran civilización todavía evidente por las ruinas de magníficos edificios y monumentos.
Cultura olmeca

El antiguo pueblo de los olmecas del sur del golfo de México originó la más antigua civilización en Mesoamérica (México y América Central), y cuyo esplendor se fecha desde aproximadamente el 1500 hasta el 900 a.C. Su área central ocupó unos 18.000 km2, en las pantanosas selvas de las cuencas ribereñas de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco. Su influencia se extendió gradualmente hasta las tierras altas de México, esto es, el valle de México, conocido como el Anahuác, y los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, por lo que influyeron en otras culturas posteriores como la mixteca y zapoteca. Los olmecas iniciaron su andadura, durante el denominado período olmeca I (1500-1200 a.C.), con pequeñas aldeas costeras que practicaban una agricultura incipiente y mantenían el importante aporte de la caza y la recolección. El período olmeca II (1200-400 a.C.) comprende San Lorenzo, su centro más antiguo conocido, que fue destruido en torno al año 900 a.C. y sustituido por La Venta, una ciudad creada según un patrón axial que influyó en el desarrollo urbanístico de América Central durante siglos. Una pirámide de tierra apisonada de 30 m de altura, una de las más antiguas de Mesoamérica, estaba situada en el centro de un complejo de templos y patios abiertos. El período olmeca III (400-100 a.C.) se caracteriza por su marcada decadencia, ubicado en los centros de Tres Zapotes y Cerro de las Mesas y que reflejan ya las influencias de las culturas de Teotihuacán y maya, que comenzaron su expansión en los primeros siglos de la era cristiana.


Los olmecas, cuyo nombre significa ‘país del hule’ (del azteca ulli, hule o caucho), fueron los primeros en emplear la piedra en la arquitectura y escultura, a pesar de tener que extraerla de los montes de Tuxtla, a 97 km al este de Tula. Sus obras escultóricas incluyen tanto las colosales cabezas masculinas de basalto de 2,7 m de altura y 25 toneladas de peso como pequeñas estatuillas de jade que pueden observarse, junto a otros productos olmecas, en la ciudad mexicana de Villahermosa. Su sistema de escritura fue el precursor de los jeroglíficos mayas, y es probable que el famoso calendario maya se haya originado en la cultura olmeca. La civilización olmeca dejó establecidos patrones de cultura que influyeron en sus sucesores en los siglos venideros; por ello está considerada como la cultura ‘madre’ más importante de México.

Cultura de Teotihuacán
El yacimiento arqueológico de Teotihuacán contiene los restos de la ciudad más antigua del continente americano, situado en el municipio mexicano homónimo, 45 km al noreste de la actual ciudad de México. El lugar fue ocupado por primera vez en los siglos I y II a.C. De ser un pequeño asentamiento pasó a convertirse en una importante ciudad en el siglo II d.C., hasta cerca del año 700 d.C. Se han formulado varias hipótesis para explicar su decadencia y posterior abandono: disensiones internas, cambios climáticos, o invasiones de pueblos del norte. Su población se dispersó por la región central de México y también en lugares apartados, llegando algunos a establecerse en los países que en la actualidad son los de El Salvador y Nicaragua. La ciudad ocupaba una superficie muy amplia, 21 km2, y llegó a estar poblada por 125.000 habitantes siendo considerada ya en ese entonces una de las ciudades más grandes del mundo. Sus notables monumentos incluyen las Pirámides del Sol y de la Luna, unas de las edificaciones más grandes jamás construidas, la Ciudadela, el templo de Quetzalcóatl y la Avenida de los Muertos, que es una amplia vía flanqueada por los restos de antiguos templos de casi 2.000 m de longitud. Los muros de algunos de ellos están decorados con frescos de color que representan temas mitológicos o religiosos. El conjunto de las casas seguía un trazado urbanístico en forma de cuadrícula que rodeaba el centro monumental de la ciudad. Los habitantes de Teotihuacán, que, en realidad, fue una verdadera ciudad-estado, tuvieron estrechos contactos con la contemporánea cultura maya del Yucatán y de Guatemala, y su cultura ejerció una importante influencia en posteriores civilizaciones mexicanas como la de los aztecas.

LA CIVILIZACIÓN MAYA

El Maya es un grupo de pueblos indígenas mesoamericanos perteneciente a la familia lingüística maya o mayense, que tradicionalmente han habitado en los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas, en la mayor parte de Guatemala y en regiones de Belice y Honduras.
El pueblo más conocido, el maya propiamente dicho, que da nombre a todo el grupo, ocupa la península de Yucatán. Entre los demás pueblos significativos se hallan los tzeltales de las tierras altas de Chiapas; los choles de Chiapas; los quichés, cakchiqueles, pokonchis y pokomanes de las montañas de Guatemala y los chortís del este de Guatemala y el oeste de Honduras. Todos estos pueblos formaban parte de una civilización y cultura comunes que, en muchos aspectos, alcanzó las más elevadas cotas de desarrollo entre los indígenas de todo el área mesoamericana.

Organización económica y social
La agricultura ha constituido la base de la economía maya desde la época precolombina y el maíz es su principal cultivo. Los mayas cultivaban también algodón, frijol (poroto o judía), camote (batata), yuca y cacao. Las técnicas del hilado, el tinte y el tejido consiguieron un elevado grado de perfección. Como unidad de cambio se utilizaban las semillas de cacao y las campanillas de cobre, material que se empleaba también para trabajos ornamentales, al igual que el oro, la plata, el jade, las conchas de mar y las plumas de colores.
Los mayas formaban una sociedad muy jerarquizada. Estaban gobernados por una autoridad política, el Halach Uinic, jefe supremo, cuya dignidad era hereditaria por línea masculina, y el Alma Kan, sumo sacerdote. El jefe supremo delegaba la autoridad sobre las comunidades de poblados a jefes locales o bataboob, capataces de explotación agrícola que cumplían funciones civiles, militares y religiosas. La unidad mínima de producción era la familia campesina, que cultivaba una ‘milpa’ (parcela de una 4-5 hectáreas) mediante el sistema de rozas, para atender a sus necesidades y generar, a veces, un excedente del que se apropiaba la clase dirigente.


Arquitectura
La cultura maya produjo una arquitectura monumental, de la que se conservan grandes ruinas en Palenque, Uxmal, Mayapán, Copán, Tikal, Uaxactún, Quiriguá, Bonampak, Tulún y Chichén Itzá, entre muchas otras. Estos lugares eran enormes centros de ceremonias religiosas. Se consideran tres estilos arquitectónicos: el río Bec, el Chenes y el Puuc, cada uno con características de ingeniería y ornamentación propias. La distribución de las ciudades consistía en una serie de estructuras piramidales, la mayoría de las veces coronadas por templos o cresterías labradas, y agrupadas alrededor de plazas abiertas. Las pirámides escalonadas estaban recubiertas con bloques de piedra pulida y por lo general llevaban tallada una escalinata en una o varias de sus caras. La infraestructura de las pirámides estaba formada habitualmente por tierra y piedras, pero a veces se utilizaban bloques de piedra unidos con mortero.
Aunque en la actualidad representa una excepción, se cree que el Templo de las Inscripciones de Palenque, que aloja la tumba del rey Pacal, puede no ser el único monumento de uso funerario que se construyó en la cultura maya. El tipo más común de construcción consiste en un núcleo de escombros o piedra caliza partida, mezclada con hormigón o cemento, y recubierta con piedra pulida o estuco. Las paredes de piedra se edificaban, por lo general, sin mortero. La madera se utilizaba para los dinteles de las puertas y para las esculturas. Su gran hallazgo técnico fue el sistema de la falsa bóveda por aproximación de filas de bloques de piedra, para cubrir espacios alargados o estrechos, que concluyen en el característico arco maya, del cual existen 10 tipos diferentes. Las ventanas eran poco frecuentes, muy pequeñas y estrechas. Los interiores y exteriores se pintaban con colores vivos. Se dedicaba especial atención a los exteriores y se decoraban profusamente con esculturas pintadas, dinteles tallados, molduras de estuco y mosaicos de piedra. Las decoraciones se disponían generalmente en amplios frisos que contrastaban con franjas de ladrillos lisos. Las viviendas de los comunes se parecían seguramente a las chozas de adobe y techumbre de ramas que todavía hoy se pueden apreciar entre los mayas contemporáneos.

Escritura
Los pueblos mayas desarrollaron un método de notación jeroglífica y registraron su mitología, historia y rituales en inscripciones grabadas y pintadas en estelas (bloques o pilares de piedra), en los dinteles y escalinatas y en otros restos monumentales. Los registros también se realizaban en códices de papel amate (corteza de árbol) y pergaminos de piel de animales. Sólo existen tres muestras de estos códices: el Dresdensis (Dresde), actualmente en Dresden; el Perezianus (Peresiano o de París), en París; y el Tro-cortesianus (Tro-Cortesiano o Matritense maya). Estos códices se utilizaban como almanaques de predicción en temas como la agricultura, la meteorología, las enfermedades, la caza y la astronomía.
En el siglo XVI se escribieron textos en lengua maya pero con alfabeto latino, y entre los más importantes se encuentran el Popol Vuh, relato mítico sobre el origen del mundo y la historia del pueblo maya, y los llamados libros de Chilam Balam, crónicas de chamanes o sacerdotes en las que se recogen acontecimientos históricos. La obra del obispo fray Diego de Lanza, Relación de las cosas de Yucatán, ha resultado una fuente importantísima para descifrar la grafía maya.

Calendario y religión
Entre los mayas, la cronología se determinaba mediante un complejo sistema calendárico. El año comenzaba cuando el Sol cruzaba el cenit el 16 de julio y tenía 365 días; 364 de ellos estaban agrupados en 28 semanas de 13 días cada una, y el año nuevo comenzaba el día 365. Además, 360 días del año se repartían en 18 meses de 20 días cada uno. Las semanas y los meses transcurrían de forma secuencial e independiente entre sí. Sin embargo, comenzaban siempre el mismo día, esto es, una vez cada 260 días, cifra múltiplo tanto de 13 (para la semana) como de 20 (para el mes). El calendario maya, aunque muy complejo, era el más exacto de los conocidos hasta la aparición del calendario gregoriano en el siglo XVI.
La religión maya se centraba en el culto a un gran número de dioses de la naturaleza. Chac, dios de la lluvia, tenía especial importancia en los rituales populares. Entre las deidades supremas se hallaban Kukulkán, versión maya del dios azteca Quetzalcóatl; Itzamná, dios de los cielos y el saber; Ah Mun, dios del maíz; Ixchel, diosa de la luna y protectora de las parturientas, y Ah Puch, diosa de la muerte. Una característica maya era su total confianza en el control de los dioses respecto de determinadas unidades de tiempo y de todas las actividades del pueblo durante dichos períodos.


Cultura tolteca
Los toltecas (en nahuatl, ‘maestros constructores’), pueblo nativo de México que emigró desde el norte de lo que ahora es México, tras la decadencia (en torno al año 700 d.C.) de la gran ciudad de Teotihuacán, y que estableció un estado militar en Tula, a 64 km al norte de la moderna Ciudad de México, en el siglo X d.C. Se pensó que su llegada marcó el cenit del militarismo en Mesoamérica, puesto que el ejército tolteca empleó su mayor potencia para dominar las sociedades vecinas. El pueblo tolteca creó una refinada cultura, que incluía conocimientos sobre la fundición del metal, el trabajo de la piedra, la destilación y la astronomía. Su arquitectura y su arte reflejan influencias de Teotihuacán y de la cultura olmeca.
Los restos de Tula, a veces llamada Tollan Xicocotitlán, incluyen tres templos piramidales, de los cuales el más grande está rematado por columnas de 4,6 m de altura en forma de estilizadas figuras humanas conocidos como "atlantes" (guerreros); se cree que estaba dedicado a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, deidad que los toltecas adaptaron de culturas anteriores y la adoraron como el dios del planeta Venus. Según la leyenda, un dios rival tolteca Tezcatipotla, hizo que Quetzalcóatl y sus seguidores abandonaran Tula en torno al año 1000 d.C. Se desplazaron al sur y posteriormente desarrollaron la ciudad maya de Chichén Itzá, convirtiéndola en su capital y en un importante centro religioso. La civilización tolteca decayó en el siglo XII, cuando los chichimecas, junto con otros pueblos indígenas, invadieron el valle central y saquearon Tula. Los toltecas del sur fueron absorbidos por los mayas, a los que habían conquistado anteriormente. Hacia el siglo XIII la caída de Tula y del poder tolteca abrió el camino para la ascensión de los aztecas.

Cultura zapoteca
Los zapotecas fueron uno de los pueblos que tuvieron un papel muy importante en el desarrollo cultural de Mesoamérica. Establecidos por lo menos desde un milenio antes de la era cristiana en la sierra, valle central y en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca, los zapotecas recibieron la influencia de los olmecas. Eran éstos los creadores de la cultura madre que comenzó a florecer en las costas del golfo de México, en la región limítrofe de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco.
Hacia el siglo VI a.C. los zapotecas estaban en posesión de un sistema calendárico y también de una forma de escritura. De ello dan testimonio las centenares de estelas con inscripciones que se conservan en el centro ceremonial de Monte Abán. Dichas estelas se conocen como de ‘los danzantes’, ya que las posturas de las figuras humanas con las que se registran tales inscripciones, mueven a pensar que están bailando. En esa primera etapa del desarrollo zapoteca comenzaron a construirse tumbas de cajón o rectangulares en las que aparecen ofrendas y representaciones del dios de la lluvia conocido como Cocijo, deidad que habría de tener un lugar muy importante en el panteón zapoteca.
En los siglos siguientes, según los datos proporcionados por la arqueología, pueden distinguirse varios períodos de ulterior desarrollo. En el que abarca desde el 300 a.C. hasta el 100 d.C., se dejó sentir la presencia de algunos elementos que más tarde se desarrollarían con mayor fuerza entre los mayas. De esa época provienen asimismo edificaciones más suntuosas, entre ellas las de varios juegos de pelota y algunos templos en Monte Albán y en otros lugares de Oaxaca como Yagul, Teotitlán, y Zaachila.
A ese período siguió el del auge de la cultura zapoteca entre el año 100 d.C. y el 800 d.C. Coincidió con el esplendor de Teotihuacán en la región central. Fue entonces cuando el centro de Monte Albán llegó a su máximo florecimiento. De ello dan fe los templos, palacios, adoratorios, plazas, juegos de pelota y otras edificaciones que allí pueden contemplarse. Además de Cocijo, dios de la lluvia, se adoraba a la pareja de dioses creadores llamados Pitao Cozaana y Pitao Nohuichana, representación de la dualidad que también aparece en las otras regiones de Mesoamérica. En este período de esplendor se consolida la presencia zapoteca en los ya mencionados Yagul y Zaachila, y en otros muchos lugares como Huajuapan, Juchitán, Piedra Labrada y algunos ya situados en los actuales territorios de Puebla y Guerrero.
Al período de esplendor siguió uno de franca decadencia. Otro grupo étnico, el de los mixtecos, ocupó su principal centro ceremonial y se impuso en gran parte del territorio oaxaqueño. Los zapotecas, a veces sometidos a los mixtecos y en ocasiones aliados con ellos, establecieron su ciudad principal en Zaachila. A pesar de su decadencia, los zapotecas lograron conservar en parte su independencia y salir victoriosos en varias guerras que tuvieron contra grupos vecinos y oponiendo resistencia a los intentos de los mexicas o aztecas que trataban de sojuzgarlos. Tan sólo la conquista española puso fin a la existencia autónoma zapoteca.
Descendientes de los antiguos pobladores de diversos lugares de la sierra, de los valles centrales y la costa de Oaxaca, los zapotecas contemporáneos, a pesar de haber vivido por siglos marginados y depauperados, han conservado muchas de sus tradiciones, formas de vida, creencias y organización social. Elemento que les confiere profundo orgullo es el hecho de que un zapoteca serrano, Benito Juárez , no sólo haya sido presidente de la República sino el máximo defensor de ella frente a la intervención francesa que, promovida por Napoleón III, fue victoriosamente rechazada.
Tanto por las variantes que existen en su lengua como por sus formas de vida y condiciones económicas, los zapotecas ostentan considerables diferencias entre sí. Así, en tanto que perdura su aislamiento y pobreza en muchos lugares de la sierra, hay en cambio zapotecas en la región del istmo de Tehuantepec cuyos niveles de vida son comparables a los de la población no indígena. Entre éstos últimos zapotecas pervive, no obstante, su sentido de identidad cultural y el empleo de la lengua que es además objeto de cultivo y vehículo de expresión literaria, tanto en cantos y poemas como en la narrativa. La acentuada fisonomía cultural de los zapotecas del istmo es perceptible de muchas formas. Una de ellas la ofrece la gracia y altivez de sus mujeres, las célebres tehuanas, con sus característicos tocados y sus ricas joyas.
Los zapotecas contemporáneos, herederos del rico legado cultural de sus antepasados, constituyen uno de los grupos étnicos más grandes de México. De acuerdo con el censo de 1990, se acercaban al medio millón de personas.

Cultura mixteca
El pueblo amerindio de los mixtecos de la familia lingüística otomanque, habitante de los actuales estados mexicanos de Oaxaca, Guerrero y Puebla. La cultura mixteca floreció en el sur de México desde el siglo IX hasta principios del XVI y sus miembros fueron los artesanos más famosos de México. Sus trabajos en piedra y en diferentes metales nunca fueron superados. Entre sus especialidades se podían citar los mosaicos de plumas, la alfarería polícroma decorada y el tejido y bordado de telas.
Las contribuciones más importantes de los mixtecos son: los registros pictográficos en códices hechos sobre piel de venado de la historia militar y social que narran aspectos del pensamiento religioso, de los hechos históricos y de los registros genealógicos de su cultura; la orfebrería, cuyas muestras como pectorales, narigueras, anillos o aretes, demuestran que manejaron con maestría el oro trabajado con la técnica de la cera perdida, así como el labrado del alabastro, el jade, la turquesa y la obsidiana, entre otros. Las piezas más notables que se conocen proceden de los enterramientos de Monte Albán, descubiertos por el arqueólogo Alfonso Caso, y se exhiben en el Museo Regional de Oaxaca. Otros legados mixtecos son: un calendario análogo al utilizado por los aztecas y sus técnicas agrícolas.
Entre los siglos XI y XII de nuestra época, los mixtecos adoptaron una influencia tolteca cuya característica civilizadora los motivó a buscar asentamientos más estables que los que habían tenido; se dedicaron a dominar a los zapotecas por medio de invasiones de sus tierras, guerras y alianzas políticas por matrimonios. De ese modo se apoderaron, por ejemplo, de Monte Albán, que había sido abandonada por los zapotecas y los mixtecos convirtieron en necrópolis, enriqueciendo notablemente sus monumentos funerarios. Tanto en esa ciudad, como en Mitla, aportaron conceptos arquitectónicos evolucionados como las grecas geométricas de piedras ensambladas que adornan los palacios. Otras ciudades zapotecas de las que se apoderaron los mixtecos son Zaachila y Yagul, también en el estado de Oaxaca, con las que se complementa el conjunto del impresionante legado de estas culturas. Los mixtecos influyeron en el declive de la civilización maya en el sur, y permanecieron independientes de los aztecas en el norte. Es posible que la población mixteca actual ronde el medio millón de personas, distribuidas en 3 regiones principales: la Mixteca Alta (en las zonas frías de la sierra Madre del Sur), la Mixteca Baja (siguiendo el curso del río Atoyac) y la costa (estados de Oaxaca y Guerrero).

LA CIVILIZACIÓN AZTECA
Los aztecas o mexicas fueron un pueblo que dominó el centro y sur del actual México, en Mesoamérica, desde el siglo XIV hasta el siglo XVI y que es famoso por haber establecido un vasto imperio altamente organizado, destruido por los conquistadores españoles y sus aliados tlaxcaltecas. Algunas versiones señalan que el nombre de ‘azteca’ proviene de un lugar mítico, situado posiblemente al norte de lo que hoy en día es México, llamado Aztlán; más tarde se autodenominaron mexicas.

Orígenes
Tras la caída de la civilización tolteca que había florecido principalmente en Tula entre los siglos X y XI, oleadas de inmigraciones inundaron la meseta central de México, alrededor del lago de Texcoco. Debido a su tardía aparición en el lugar, los aztecas-mexicas se vieron obligados a ocupar la zona pantanosa situada al oeste del lago. Estaban rodeados por enemigos poderosos que les exigían tributos, y la única tierra seca que ocupaban eran los islotes del lago de Texcoco, rodeados de ciénagas.
El hecho de que, desde una base tan poco esperanzadora, los aztecas fueran capaces de consolidar un imperio poderoso en sólo dos siglos, se debió en parte a su creencia en una leyenda, según la cual fundarían una gran civilización en una zona pantanosa en la que vieran un nopal (cactus) sobre una roca y sobre él un águila devorando una serpiente. Los sacerdotes afirmaron haber visto todo eso al llegar a esta zona; como reflejo de la continuidad de esa tradición, hoy en día esa imagen representa el símbolo oficial de México que aparece, entre otros, en los billetes y monedas.
Al aumentar en número, los aztecas establecieron organizaciones civiles y militares superiores. En 1325 fundaron la ciudad de Tenochtitlán (ubicada donde se encuentra la actual ciudad de México, capital del país).

La capital del imperio azteca
Los aztecas convirtieron el lecho del lago, que era poco profundo, en chinampas (jardines muy fértiles, construidos con un armazón de troncos que sostenían arena, grava y tierra de siembra, atados con cuerdas de ixtle, para lograr islas artificiales donde se cultivaban verduras y flores y se criaban aves domésticas). Se hicieron calzadas y puentes para conectar la ciudad con tierra firme; se levantaron acueductos y se excavaron canales por toda la ciudad para el transporte de mercancías y personas. Las construcciones religiosas —gigantescas pirámides escalonadas recubiertas de piedra caliza y estuco de vivos colores, sobre las que se construían los templos— dominaban el paisaje.
La ciudad floreció como resultado de su ubicación y del alto grado de organización. En la época en la que los españoles, capitaneados por Hernán Cortés (1485-1547), comenzaron la conquista en 1519, el gran mercado de Tlatelolco atraía a unas 60.000 personas diarias. Las mercancías llegaban a manos aztecas gracias a los acuerdos sobre tributos establecidos con los territorios conquistados. Muchas de esas mercancías se exportaban a otras zonas del Imperio azteca y a América Central.

La confederación azteca
Los aztecas-mexicas establecieron alianzas militares con otros grupos, logrando un imperio que se extendía desde México central hasta la actual frontera con Guatemala. A principios del siglo XV Tenochtitlán gobernaba conjuntamente con las ciudades-estado de Texcoco y Tlacopan (más tarde conocida como Tacuba y en la actualidad perteneciente a ciudad de México) bajo la denominación de la Triple Alianza. En un período de unos 100 años los aztecas lograron el poder total y, aunque las demás ciudades-estado continuaron llamándose reinos, se convirtieron en meros títulos honoríficos. Al final del reinado de Moctezuma II, en 1520, se habían establecido 38 provincias tributarias; sin embargo, algunos pueblos de la periferia del Imperio azteca luchaban encarnizadamente por mantener su independencia. Estas divisiones y conflictos internos en el seno del Imperio azteca facilitaron su derrota frente a Cortés en 1521, ya que muchos pueblos se aliaron con los españoles. Además de los problemas internos que contribuyeron a su caída, el emperador Moctezuma había dado una bienvenida pacífica a Cortés y lo instaló junto a sus capitanes en los mejores palacios, desde donde se hicieron con la ciudad.
Es posible que la interpretación de antiguos presagios sobre el regreso del dios Quetzalcóatl indujera a Moctezuma a confundirlo con Cortés, si bien lo que más interesaba al emperador era colmar de regalos a los españoles para que se retiraran.



Sociedad y religión aztecas
La sociedad azteca estaba dividida en tres clases: esclavos, plebeyos y nobles. El estado de esclavo era similar al de un criado contratado. Aunque los hijos de los pobres podían ser vendidos como esclavos, solía hacerse por un período determinado. Los esclavos podían comprar su libertad y los que lograban escapar de sus amos y llegar hasta el palacio real sin que los atraparan obtenían la libertad inmediatamente. A los plebeyos o macehualtin se les otorgaba la propiedad vitalicia de un terreno en el que construían su casa. Sin embargo, a las capas más bajas de los plebeyos (tlalmaitl), no se les permitía tener propiedades y eran campesinos en tierras arrendadas. La nobleza estaba compuesta por los nobles de nacimiento, los sacerdotes y los que se habían ganado el derecho a serlo (especialmente los guerreros). En la religión azteca numerosos dioses regían la vida diaria. Entre ellos Huitzilopochtli (deidad del Sol), Coyolxahuqui (la diosa de la Luna que, según la mitología azteca, era asesinada por su hermano el dios del Sol), Tláloc (deidad de la lluvia) y Quetzalcóatl (inventor de la escritura y el calendario, asociado con el planeta Venus y con la resurrección). Los sacrificios, humanos y de animales, eran parte integrante de la religión azteca. Para los guerreros el honor máximo consistía en caer en la batalla u ofrecerse como voluntarios para el sacrificio en las ceremonias importantes. Las mujeres que morían en el parto compartían el honor de los guerreros. También se realizaban las llamadas guerras floridas con el fin de hacer prisioneros para el sacrificio. El sentido de la ofrenda de sangre humana (y en menor medida de animales) era alimentar a las deidades solares para asegurarse la continuidad de su aparición cada día y con ella la permanencia de la vida humana, animal y vegetal sobre la Tierra.
Los aztecas utilizaban la escritura pictográfica grabada en papel o piel de animales. Todavía se conserva alguno de estos escritos, llamados códices. También utilizaban un sistema de calendario que habían desarrollado los antiguos mayas. Tenía 365 días, divididos en 18 meses de 20 días, a los que se añadían 5 días ‘huecos’ que se creía que eran aciagos y traían mala suerte. Utilizaban igualmente un calendario de 260 días (20 meses de 13 días) que aplicaban exclusivamente para adivinaciones.
La educación era muy estricta y se impartía desde los primeros años. A las mujeres se les exhortaba a que fueran discretas y recatadas en sus modales y en el vestir y se les enseñaban todas las modalidades de los quehaceres domésticos que, además de moler y preparar los alimentos, consistían en descarozar el algodón, hilar, tejer y confeccionar la ropa de la familia. A los hombres se les inculcaba la vocación guerrera. Desde pequeños se les formaba para que fueran fuertes, de modo que los bañaban con agua fría, los abrigaban con ropa ligera y dormían en el suelo. A la manera de los atenienses de la Grecia clásica, se procuraba fortalecer el carácter de los niños mediante castigos severos y el fomento de los valores primordiales como amor a la verdad, la justicia y el deber, respeto a los padres y a los ancianos, rechazo a la mentira y al libertinaje, misericordia con los pobres y los desvalidos. Los jóvenes aprendían música, bailes y cantos, además de religión, historia, matemáticas, interpretación de los códices, artes marciales, escritura y conocimiento del calendario, entre otras disciplinas.

La higiene de los aztecas
Cada casa azteca tenía su temascal o baño de vapor. Es que los aztecas eran gentes muy limpias y se bañaban todos los días, antes de trabajar. El temascal (que no era un invento azteca, porque ya lo usaban antes los totonecas) era una pequeña habitación donde se calentaban piedras con fuego y después se le echaba agua. Así se formaba en seguida mucho vapor, que empapaba al que estaba adentro, quien aprovechaba para frotarse bien el cuerpo con una especie de jabón hecho con las raíces de un árbol llamado copalxocotl, que hacía espuma. Esta costumbre de la higiene la tenían todos los aztecas —campesinos o nobles, artesanos o comerciantes, menos los sacerdotes que no se podían bañar nunca— y fue otra de las cosas que llamaron mucho la atención de los españoles, para quienes en la época de la conquista y colonización de América (siglos XV-XVIII) el baño no era precisamente una actividad muy frecuente que digamos.

Cultura chichimeca
Chichimecas es el nombre que dieron los pueblos de alta cultura de la región central de México a los habitantes de las vastas regiones del norte, tenidos como primitivos. En idioma náhuatl la palabra chichimeca parece significar ‘los del linaje de los perros’. De acuerdo con varios testimonios procedentes del siglo XVI, había tres clases principales de chichimecas. Unos eran de filiación étnica otomí. Otros eran nahuas que, en tiempos antiguos, se habían establecido en el norte, incluyendo algunos que llegaron a constituir avanzadas de la alta cultura mesoamericana. Finalmente, estaban los chichimecas propiamente dichos, es decir los tenidos como bárbaros, seminómadas dedicados a la cacería y a la recolección. En la actualidad sobrevive un pequeño grupo conocido como el de los chichimecas-jonaz en el pueblo llamado La Misión, cerca de San Luis de la Paz, en Guanajuato.
De acuerdo con varios códices indígenas, entre ellos el conocido como Xolotl a mediados del siglo XIII d.C., cuando ya los toltecas habían abandonado su metrópoli de Tula, los chichimecas capitaneados por su caudillo Xolotl, avanzaron hacia el valle de México. Establecidos en varios lugares del mismo, entraron en contacto con los pueblos sedentarios de alta cultura que allí moraban. Se produjo entonces un intenso proceso de aculturación en función del cual los chichimecas cambiaron sus formas de vida y asimilaron las de aquéllos con quienes convivían. Surgieron así varios señoríos, entre ellos los de Azcapotzalco, Tezcoco, Huexotla y Coatlinchan. A los gobernantes de ellos se les nombró con frecuencia señores tolteca-chichimecas, destacando así que habían recibido el doble legado de los pueblos sedentarios y de aquéllos procedentes del norte. Así, el término 'chichimeca' fue adquiriendo nuevas connotaciones culturales.
Respecto de los otros grupos que permanecieron en el norte con sus antiguas formas de vida, en particular los de filiación pame, antepasados de los chichimeca-jonaz, puede decirse que subsistieron al margen de la civilización durante buena parte del período colonial. Fundadas ya las ciudades de Guadalajara y Zacatecas, esos chichimecas continuaron siendo una amenaza ya que atacaban a los pueblos y asaltaban a los que atravesaban los caminos. En 1541 se produjo un gran levantamiento, conocido como la guerra del Miztón. Esta llegó a poner en jaque a la región septentrional de la Nueva España. Para sofocar la rebelión marchó en persona el virrey Antonio de Mendoza. Poco antes, Pedro de Alvarado, había intentando sujetar a los rebeldes perdiendo la vida en su intento. El virrey Mendoza logró su pacificación, aunque sólo temporalmente. Diversos grupos chichimecas en los territorios de los actuales estados de Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí, Jalisco y Durango se mantuvieron en actitud hostil por mucho tiempo. Ello movió a las autoridades españolas a erigir presidios, es decir fuertes en lugares estratégicos. Algunos se transformaron más tarde en ciudades como las de San Miguel el Grande (hoy día San Miguel de Allende), Ojuelos, Celaya, Portezuelos, Colotlán, Nombre de Dios y otros. En el proceso de pacificación de los chichimecas participaron frailes franciscanos que establecieron entre ellos algunas misiones, también algunos capitanes mestizos como el célebre Miguel Caldera. Otro factor importante en la pacificación fue la creación de colonias de indígenas tlaxcaltecas, antecedente de varias poblaciones. Hacia fines del período colonial la mayor parte de los chichimecas o se había amestizado con los tlaxcaltecas y españoles o había desaparecido como consecuencia de los enfrentamientos bélicos y las epidemias.

LA CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE MÉXICO POR LOS ESPAÑOLES:
UN CHOQUE DE CIVILIZACIONES
Como elemento de polémica, la historia de la conquista de México representa un filón inextinguible que mantiene vivas las querellas de quienes atribuyen a la gesta características de «salvaje invasión» —los indigenistas, sean o no mexicanos— y de los hispanistas que la defienden a todo trance calificándola de «evangelizadora» y «pacificadora». Para no citar a los directamente interesados, es bueno recoger opiniones ajenas que muchas veces hablan a las claras de unos y otros.
El historiador chileno Jaime Eyzaguirre (1908-?), recalcitrante hispanista, sostiene: «Cuando el indio americano, rescatado de la oscuridad de sus ídolos, conoció al Dios del amor y se dirigió a Él con las voces tiernas y confiadas del Padrenuestro, no lo hizo en francés, ni en italiano, sino en la lengua viril de Castilla... A España no se le puede disputar el derecho de unir su nombre al de una tierra a la que abrió las puertas del cielo, infundiendo en el alma triste de sus moradores, la virtud, para ellos desconocida de la esperanza»(J. Eyzaguirre: Hispanoamérica del dolor, Colección Hispano-Americana de estudios Políticos, Imp. S. Aguirre, Madrid, 1947).
El filósofo alemán Oswald Spengler (1880-1936), en cambio, protestando por la destrucción de la cultura azteca, manifiesta esta grave denuncia en su trabajo La decadencia de Occidente (1918-1922, ed. revisada 1923): «No falleció por decaimiento, no fue ni estorbada ni reprimida en su desarrollo. Murió asesinada, en la plenitud de su evolución, destruida como una flor que un transeúnte decapita con su vara..., y no por resultas de una guerra desesperada, sino por obra de un puñado de bandidos que en pocos años aniquilaron todo de tal suerte que los restos de la población muy pronto habían perdido el recuerdo del pasado



La Nueva España

El descubrimiento y colonización de América impulsó la acumulación de riqueza y el ulterior des envolvimiento de la industria y la tecnología en Europa. En cambio, el dominio colonial español, país estancado en el feudalismo y el mercantilismo, que detuvo el libre desarrollo agropecuario e industrial de América Latina, convirtiéndola en zona de subdesarrollo y dependencia económica.
La redacción se encuentra en Oviedo y publica a diario seis ediciones locales que cubren el Principado de Asturias: la general de Oviedo y las específicas para Gijón, Avilés, las Cuencas, el Occidente y el Oriente de Asturias.
Es el más importante en cuanto a tirada según la OJD de todos los periódicos asturianos: tuvo una difusión media de 57.396 ejemplares Julio09/Junio10 y de 91.626 durante los domingos del periodo Julio06/Junio07. Su directora es Ángeles Rivero.
Comenzó a publicarse en Oviedo el 19 de diciembre de 1936 como Diario de la Falange Española de las J.O.N.S. Se estaba en plena guerra civil y durante el asedio de Oviedo por las tropas leales al gobierno de la República Española.
El nuevo diario dispuso de las instalaciones y maquinaria que en la calle Asturias de Oviedo tenía el diario socialista Avance, que había sido dirigido por el periodista Javier Bueno. Tras el decreto de unificación por el que se fusionaban Falange y los Requetés, el periódico pasó a depender de la nueva formación política que se constituía en partido único del régimen de Francisco Franco: Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. Uno de sus fundadores, Francisco Arias de Velasco Sarandeses, lo dirigió hasta el año 1964.
Durante aquellos años del franquismo perteneció al organismo estatal Prensa del Movimiento, cumpliendo el diario las funciones de portavoz del partido único: Órgano provincial de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.
Tras la restauración de la democracia, el Estado se desprendió de sus medios de comunicación impresos, con lo que, como la mayoría de la "prensa del movimiento", fue privatizado y adquirido en 1984 mediante subasta pública por el grupo Editorial Prensa Ibérica S.A. (presidido por Francisco Javier Moll de Miguel).
En los últimos años ha incorporado la impresión de numerosas páginas diarias a color, y ha tenido un gran crecimiento en su región de difusión, Asturias. Así ha pasado de vender unos 29.000 ejemplares diarios de media en 1984 a más de 60.000 en el año 2007. Es el único periódico de una Comunidad Autónoma uniprovincial española que se encuentra entre los diez más leídos de España, y según el Estudio General de Medios ocupa el noveno puesto entre los diarios españoles con una media de más de 360.000 lectores diarios, mientras que su página web www.lne.es tiene más de 1.000.000 usuarios únicos mensuales.
INDEPENDECIA DE MEXICO
El movimiento independentista mexicano tiene como marco la Ilustración y las revoluciones liberales de la última parte del siglo XVIII. Por esa época la élite ilustrada comenzaba a reflexionar acerca de las relaciones de España con sus colonias. Los cambios en la estructura social y política derivados de las reformas borbónicas, a los que se sumó una profunda crisis económica en Nueva España, también generaron un malestar entre algunos segmentos de la población.
En 1810, se inició la guerra de independencia mexicana. Al principio, la suerte fue favorable a los insurgentes, pero luego de la contraofensiva realista, el movimiento de Hidalgo fue derrotado.

La "carencia de un Rey legítimo" en España permitió el inicio de las conspiraciones: durante el gobierno de Francisco Xavier Lizana, en Valladolid se organizó un grupo de opositores gracias a José María Obeso y José Mariano Michelena. Aparentemente, sus planes iban por buen camino; sin embargo, fueron descubiertos y uno de los miembros de su cofradía, Ignacio Allende, trasladó la conspiración a San Miguel el Grande y Querétaro.
Los conjurados se reunían bajo la pantalla de celebrar "tertulias literarias" gracias al apoyo de los corregidores de Querétaro, Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz. Pronto se incorporaron a ellos Miguel Hidalgo, Juan Aldama y José María Sánchez. Al cabo de varias juntas el plan estaba listo: la insurrección se iniciaría en diciembre de 1810.
A pesar del sigilo, la intriga quedó al descubierto pero Josefa Ortiz pudo avisar a Aldama y Allende. Ambos partieron rumbo a Dolores para encontrarse con Hidalgo. Luego de sopesar las posibilidades cayeron en cuenta que sólo tenían la opción de tomar las armas y Miguel Hidalgo, en vez de llamar a misa, convocó a los habitantes del pueblo a la insurrección.
La suerte comenzó a sonreír a los insurgentes: sin grandes problemas tomaron San Miguel y Celaya, donde la muchedumbre nombró generalísimo a Hidalgo y otorgó el cargo de teniente a Ignacio Allende. Incluso, en aquellos días, Hidalgo convirtió en su bandera la imagen del nacionalismo mexicano al apropiarse de un estandarte de la Virgen de Guadalupe que se encontraba en el santuario de Atotonilco.
El inicio de la revuelta en el Bajío -el principal cruce de caminos en Nueva España- permitió que la noticia se difundiera con gran velocidad y, en varios lugares, se iniciaran levantamientos similares: José María Morelos -un sacerdote que había sido discípulo de Hidalgo- recibió la encomienda de "insurreccionar el sur", mientras que José Antonio Torres tomó la ciudad de Guadalajara.
A los doce días de iniciada la marcha, las tropas de Hidalgo llegaron a Guanajuato, donde enfrentaron su primera batalla formal: la toma de la alhóndiga de Granaditas. El combate fue cruento, pero el saqueo y los excesos de los insurgentes fueron mucho peores, a tal grado que perdieron la simpatía de una buena parte de los criollos.
La victoria de Guanajuato los llevó a seguir adelante y tomar rumbo a la capital novohispana, que en aquellos momentos se hallaba desprotegida. Así, el 30 de octubre de 1810, las fuerzas insurgentes presentaron batalla en el Monte de las Cruces, donde obtuvieron una difícil victoria. La posibilidad de tomar la Ciudad de México estaba al alcance de sus manos; aunque el temor al saqueo, la posibilidad de que sus fuerzas quedaran rodeadas por el ejército de Calleja o las primeras desavenencias entre los líderes insurgentes, los llevaron a retirarse.
A los pocos días, la suerte de "los alzados" comenzó a menguar: en Aculco fueron vencidos por los realistas y los líderes del movimiento se separaron: Allende dirigió sus pasos hacia Guanajuato, mientras que Hidalgo avanzó a Guadalajara. No era casual que la fortuna dejara de sonreírles, el gobierno virreinal había encargado la contraofensiva a quien se convertiría en el gran enemigo de los insurgentes: Félix María Calleja.
En Guadalajara, Hidalgo organizó su gobierno y dictó sus primeras medidas: abolió la esclavitud y los estancos, y declaró que las tierras de las comunidades eran de uso exclusivo de los indígenas. Pero también autorizó la ejecución de los españoles que fueran hechos prisioneros.
La presión de Calleja lo obligó a tomar rumbo al norte y sufrir la derrota definitiva: en Puente de Calderón, los 5 000 hombres de Calleja batieron a 90 000 insurgentes. El desastre -que fue acrecentado por la pérdida de municiones- era irreparable: los líderes insurgenteshuyeron hacia el noroeste del virreinato y, durante la marcha, le arrebataron el mando a Hidalgo para entregárselo a Allende.
Pero ya era demasiado tarde: fueron traicionados y aprehendidos en Acatita de Baján. Luego del juicio fueron fusilados y decapitados. Sus cabezas enjauladas se colgaron en las esquinas de la alhóndiga de Granaditas.
La Batalla del Monte de las Cruces fue un enfrentamiento militar ocurrido en Monte de las Cruces, cercano a Toluca, en el municipio de Ocoyoacac, Estado de México, el 30 de octubre de 1810, entre las fuerzas del Ejército Insurgente, dirigido por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, y las fuerzas leales a la Corona española, comandadas por el coronel Torcuato Trujillo.
Tras triunfar en la Toma de la Alhóndiga de Granaditas, el 28 de septiembre los Insurgentes se dirigieron a Valladolid y más tarde tomaron Toluca, el 25 de octubre. El Virrey de la Nueva España, Francisco Xavier Venegas ordenó al general Trujillo, quien gozaba de mucho prestigio por su participación en la Batalla de Bailén, ponerse al frente de las pocas guarniciones realistas de la capital, y con ellas habría de emprender un intento para hacer frente a los independentistas. La mañana del 30 de octubre, les alcanzaron en un paraje cercano a la capital conocido como Monte de las Cruces. Los realistas fueron derrotados por los más de 80 000 insurgentes, quienes consiguieron gran parte del armamento español y estuvieron a un paso de tomar la Ciudad de México, pero por motivos desconocidos,
Hidalgo decidió no entrar en México y retirarse al Bajío, donde el 7 de noviembre, Félix María Calleja infligió la primera derrota insurgente en la Batalla de Aculco, hecho que distanció a Hidalgo de Allende, ya que los jefes insurgentes tomaron rutas distintas; el primero marchó a Valladolid y el segundo a Guanajuato.
BATALLA DE ACULCO.
Estos temores fueron aprovechados por Calleja, que se enfrentó a los rebeldes los derrotó en una región llamada San Jerónimo de Aculco, en Querétaro. De los 80,000 hombres victoriosos del monte de las cruces, sólo quedaron unos 40,000. Hidalgo se dirigió entonces a Valladolid Allende a Guanajuato, pero éste fue rechazado y obligado a huir hacia Guadalajara, donde pretendía unirse a aquel.
La muerte de los principales caudillo de la independencia no acabó con el movimiento. Éste fue continuado, por Ignacio López Rayón y, al sur, por José María Morelos y Pavón, quien daría la organización, estrategia y carácter militar que no había tenido entonces.
Rayón reunió tropas insurgentes dispersas y desorganizadas por la muerte de Hidalgo. De Coahuila pasó a Zacatecas pero, perseguido por Calleja, sé transado a Michoacán, y en Zitácuaro formó una junta de Gobierno para unir y reorganizar el ejército y para establecer un gobierno libre; para ello expidió un Manifiesto a la Nación, este documento fue enviado a Morelos, que lo rechazó porque no estaba de acuerdo conque Fernando III siguiera gobernando a la colonia, como proponía la junta de Gobierno.


La muerte de los principales caudillo de la independencia no acabó con el movimiento. Éste fue continuado, por Ignacio López Rayón y, al sur, por José María Morelos y Pavón, quien daría la organización, estrategia y carácter militar que no había tenido entonces.
Rayón reunió tropas insurgentes dispersas y desorganizadas por la muerte de Hidalgo. De Coahuila pasó a Zacatecas pero, perseguido por Calleja, sé transado a Michoacán, y en Zitácuaro formó una junta de Gobierno para unir y reorganizar el ejército y para establecer un gobierno libre; para ello expidió un Manifiesto a la Nación, este documento fue enviado a Morelos, que lo rechazó porque no estaba de acuerdo conque Fernando III siguiera gobernando a la colonia, como proponía la junta de Gobierno.
En esta campaña, la finalidad de Morelos era avanzar hacia el centro del país y llegar a la capital. Divide a sus hombres en tres partes, una abajo las órdenes de Miguel Bravo y Valerio Trujillo, pretenda avanzar al centro del país y
llegar a la capital. Dividió al ejército: él se dirigía a Puebla y México, Miguel Bravo y Valerio Trujano a Oaxaca, y los Galeana a Toluca; dejó una parte de la tropa cerca de Acapulco, por si se podía reiniciar la lucha. Morelos y los Galeana cumplieron su cometido, Valerio Trujano logró entrar a Huajuapan, en Oaxaca, pero Miguel Bravo no consiguió su propósito.
Ante tal acometida, el virrey ordenó a Calleja que detuviera al avance de los rebeldes. Mientras tanto, Morelos y su ejército habían tomado Cuautla e instalado una fortificación para vencer a Calleja, hasta entonces había ganado todos los encuentros contra los insurgentes. Éste, al ver que no podía vencerlos en combate, intentó dominarlos por hambre; los cercó durante 73 días, esperando la rendición que no iba a llegar; incluso les ofreció un indulto que Morelos no aceptó. Todos los pobladores apoyaban a los insurgentes; hasta se cuenta la historia de un niño, Narciso Mendoza, que disparó un cañón contra el enemigo, al ver a los suyos tan cerca de la derrota. Con todo, en la
ciudad nadie pensaba rendirse.


Liberalismo Mexicano

Actuante en el terreno de los hechos con un fundamento teórico de calidad semejante al de cualquier otra corriente filosófica, en opinión de Abelardo Villegas. No es una filosofía académica, acartonada.
Mientras que el liberalismo en Europa es el resultado de un largo proceso histórico que comprende el nacimiento, crecimiento y triunfo de la burguesía, el liberalismo latinoamericano no está respaldado por ese gran proceso histórico; se trata de una doctrina importada, sostenida por la clase media ilustrada que se encontraba en una etapa precapitalista, anterior a la revolución industrial clásica de los tiempos modernos.
El liberalismo en México y en Latinoamérica surgió como un programa, como un proyecto que permitiría salir del atraso y la “barbarie” en que nos había postrado la Colonia, y llegar a ser como los países modernos: Francia, Inglaterra y Estados Unidos
En el aspecto económico propone que, para el equilibrio perfecto de la marcha económica de la sociedad, el Estado debe abstenerse de toda intervención, y dejar su curso natural a la libre competencia, osea, que cada individuo siga inteligentemente su propia conveniencia, con lo que se conseguirá el bienestar de todos los otros individuos.
Estos postulados, que forman la doctrina ideal y que preconizan insistentemente la búsqueda de la libertad del hombre como un fin en sí misma, es el ideal e los iniciadores de las revoluciones del siglo XIX, cuyos postulados prácticos, son: 1.-Soberanía del pueblo frente a la autoridad real y 2.- El racionalismo religioso frente a la autoridad del Magisterio de la Iglesia.
OSÉ MARÍA LUIS MORA
Nace el 12 de octubre de 1794, en Chamacuero, Guanajuato.
Su aptitud nata para la política encuentra terreno propicio para participar en la agitada vida pública de su tiempo y, sin limitarse al ejercicio de la cátedra y de su ministerio sacerdotal, participa como articulista en varios periódicos de su época, haciendo clara defensa de los principios liberales al tiempo que se afilia al partido político de tendencia anti-imperialista.
Debido a la violencia de la vida política de su tiempo, el Dr. Mora tuvo que abandonar el país el 6 de diciembre de 1834, y después de pasar por los Estados Unidos, fue a radicar en París el siguiente año.
Sus dos libros principales son: “México y sus Revoluciones” y “Obras Sueltas”. En el primero analiza objetivamente la vida política de México a partir de la Independencia y en el segundo, en donde recopila la mayor parte de sus artículos periodísticos, se puede encontrar el rico contenido de su pensamiento.
Los pensadores europeos que influyeron en el pensamiento del Dr. Mora y que son citados por él, son Bentham, en lo que se refiere a la lucha contra el absolutismo de los reyes; Montesquieu, en el aspecto de la abstención del Estado en la regulación de la vida económica de la sociedad y Voltaire, en lo que se refiere a la constitución de la sociedad y el origen de la autoridad en su relación con el problema de la libertad.
Falleció en la ciudad de París el 14 de julio de 1850.
POSITIVISMO
Es un sistema de filosofía basado en la experiencia y el conocimiento empírico de los fenómenos naturales, en el que la metafísica y la teología se consideran sistemas de conocimiento imperfectos e inadecuados.
El término positivismo fue utilizado por primera vez por el filósofo y matemático francés del siglo XIX Auguste Comte.
Comte eligió la palabra positivismo sobre la base de que señalaba la realidad y tendencia constructiva que él reclamó para el aspecto teórico de la doctrina. En general, se interesó por la reorganización de la vida social para el bien de la humanidad a través del conocimiento científico, y por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Los dos componentes principales del positivismo, la filosofía y el Gobierno (o programa de conducta individual y social), fueron más tarde unificados por Comte en un todo bajo la concepción de una religión, en la cual la humanidad era el objeto de culto. Numerosos discípulos de Comte rechazaron, no obstante, aceptar este desarrollo religioso de su pensamiento, porque parecía contradecir la filosofía positivista original.
Muchas de las doctrinas de Comte fueron más tarde adaptadas y desarrolladas por los filósofos sociales británicos John Stuart Mill y Herbert Spencer así como por el filósofo y físico austriaco Ernst Mach.
Los positivistas hoy en día, que han rechazado la llamada escuela de Viena, prefieren denominarse a sí mismos empiristas lógicos para disociarse de la importancia que dieron los primeros pensadores a la comprobación científica.
Mantienen que el principio de verificación en sí mismo es inverificable en el campo filosófico.
AUGUSTO COMTE
Filósofo positivista francés, y uno de los pioneros de la sociología. Nació en Montpellier el 19 de enero de 1798.
Para dar una respuesta a la revolución científica, política e industrial de su tiempo, Comte ofrecía una reorganización intelectual, moral y política del orden social. Adoptar una actitud científica era la clave, así lo pensaba, de cualquier reconstrucción.
Afirmaba que del estudio empírico del proceso histórico, en especial de la progresión de diversas ciencias interrelacionadas, se desprendía una ley que denominó de los tres estadios y que rige el desarrollo de la humanidad. Analizó estos estadios en su voluminosa obra Curso de filosofía positiva (6 vols., 1830-1842). Dada la naturaleza de la mente humana, decía, cada una de las ciencias o ramas del saber debe pasar por "tres estadios teoréticos diferentes: el teológico o estadio ficticio; el metafísico o estadio abstracto; y por último, el científico o positivo". En el estadio teológico los acontecimientos se explican de un modo muy elemental apelando a la voluntad de los dioses o de un dios. En el estadio metafísico los fenómenos se explican invocando categorías filosóficas abstractas. El último estadio de esta evolución, el científico o positivo, se empeña en explicar todos los hechos mediante la aclaración material de las causas. Toda la atención debe centrarse en averiguar cómo se producen los fenómenos con la intención de llegar a generalizaciones sujetas a su vez a verificaciones observacionales y comprobables. La obra de Comte es considerada como la expresión clásica de la actitud positivista, es decir, la actitud de quien afirma que tan sólo las ciencias empíricas son la adecuada fuente de conocimiento.
Cada uno de estos estadios, afirmaba Comte, tiene su correlato en determinadas actitudes políticas. El estadio teológico tiene su reflejo en esas nociones que hablan del Derecho divino de los reyes. El estadio metafísico incluye algunos conceptos tales como el contrato social, la igualdad de las personas o la soberanía popular. El estadio positivo se caracteriza por el análisis científico o "sociológico" de la organización política. Aunque rechazaba la creencia en un ser transcendente, reconocía Comte el valor de la religión, pues contribuía a la estabilidad social. En su obra Sistema de Política Positiva, propone una religión de la humanidad que estimulara una benéfica conducta social. La mayor relevancia de Comte, sin embargo, se deriva de su influencia en el desarrollo del positivismo.
Los últimos años del pensador francés quedaron marcados por la alienación mental, las crisis de locura en las que se sumía durante prolongados intervalos de tiempo. Murió en París el 5 de septiembre de 1857.
JUSTO SIERRA
Escritor, periodista, educador y político mexicano, hijo del novelista yucateco Justo Sierra O'Reilly. Fue colaborador de El Renacimiento, la revista de Altamirano, y muchos otros periódicos donde publicó cuentos, crónicas de viaje, versos. Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el régimen del general Porfirio Díaz, se convirtió, como positivista y luego como spenceriano, en uno de los más importantes promotores de su proyecto educativo: fundó la hoy Universidad Nacional Autónoma de México (1910). Destacan sus ensayos Evolución política del pueblo mexicano (1900-1902) y Juárez, su obra y su tiempo (1906).
GABINO BARREDA
Médico, filósofo y político mexicano. Nacido en Puebla, fue alumno de Auguste Comte entre 1847 y 1851 en París e introdujo el positivismo en la tradición de la filosofía mexicana. Barreda creía que lo que no está en los límites de la experiencia debe ser considerado como inaccesible. Ejerció una importante influencia social y redactó por encargo del presidente Benito Juárez, vencedor de Maximiliano y de la reacción conservadora la Ley de Instrucción Pública de 1867, creó también la Escuela Nacional Preparatoria. En su Oración cívica, distinguió en la historia de México una etapa colonial, correspondiente al estado religioso; seguida a partir de la independencia por otra, el estado metafísico; preconizando el próximo comienzo de un periodo positivo. La influencia de Barreda se encuentra en el inicio de la tradición positivista en la filosofía mexicana. Una de sus obras más notables tiene por título De la educación moral (1863).


El nacimiento de la republica liberal

Durante más de 50 años México vivió sin cesar una lucha, dada por ideologías internas contrarias por buscar la libertad de la Nueva España respecto la Corona y además por intereses extranjeros.
Después de tantos años de guerra, la economía del país se encuentra en situación crítica; las vías de comunicación destruidas, la falta de personal capacitado, y muy especialmente la falta de capitales de inversión, en el extranjero la imagen de México por los factores anteriores, era de un gran pesimismo, y alentaba en ciertos países de nueva cuenta la idea de su intervención, con el pretexto de fomentar su industrialización.

Sin embargo, también el sector minero enfrentó los problemas que afectaron su nivel de desarrollo como; la falta de personal capacitado, la destrucción de las vías de comunicación y los altos impuestos aplicados por el Estado.

Es así, como se genera un mínimo pero importante desarrollo industrial en el nacimiento de la república liberal y que además hubo movimientos nacionales en Europa que repercutieron ante tales hechos, indirectamente.
En 1855 se realiza la primera huelga de trabajo en Barcelona, en 1856 se reúne el Congreso de la Paz en París, para crear una unidad europea, con unión aduanera, derecho marítimo y neutralidad, en 1858 el gobierno español reprime violentamente a los trabajadores, en 1859 Italia derrota a Austria en la guerra, en 1860 termina en España su segunda guerra.
Para el año de 1862, diputados franceses condenan la intervención extranjera en México, Francia ofrece su colaboración para solucionar la guerra civil norteamericana y por último se establecen en Rusia reformas económicas, políticas y sociales, al eliminar la servidumbre.

En el año de 1863; Francia protege Camboya de intervenciones extranjeras, es reprimida en Polonia una manifestación contra Rusia.

En 1864 se inicia la guerra de Prusia y Austria contra Dinamarca, Maximiliano renuncia a la Corona de Austria, para el año de 1866; Francia decide retirar sus tropas de México y en 1867 José Garibaldi y Víctor Hugo piden a Juárez el indulto de Maximiliano.

Mientras que en el continente Americano se daba el desarrollo decimonónico de los países latinoamericanos, relacionado a dos tipos de causas:

Las causas externas dadas por la ideología de la Revolución Francesa, la independencia de los Estados Unidos y de la Independencia de México.

Las causas internas se caracterizaban por; el dominio de potencias extranjeras de sus recursos naturales, la enorme desigualdad y economía de sus grupos sociales: la burguesía minoritaria y el proletariado mayoritario, y particularmente la gran dependencia en todos sus órdenes a potencias extranjeras.



Momentos sociales en el mundo y en Mexico

Los movimientos sociales que se dan en gran parte del mundo durante el siglo XIX fueron, el movimiento obrero, conocido así por las acciones que llevaron a cabo los obreros para defenderse de las agresiones que sufrieron por parte de los dueños de las empresas y de los gobiernos.
La Revolución Industrial y las ideas liberales condujeron a la explotación de los obreros por la burguesía. Ello se debe a que para producir barato y en grandes cantidades, se pagan bajos salarios; se obliga a trabajar largas jornadas de trabajo (superiores a las 10 horas) y en muy malas condiciones de
seguridad, y además se emplean preferentemente a niños, así como a mujeres, porque sus salarios eran inferiores a los de los hombres adultos.
La situación llega a tales extremos que personas burguesas notables de aquella sociedad, protestan y piden que se resuelva el problema. Y es así como se originan movimientos masivos, con dos objetivos bien definidos: la abolición de las clases sociales y la distribución justa de la riqueza, aboliendo la propiedad privada.
Más tarde surge el Socialismo Científico; más práctico y más sistemático que el utópico, que tiene su principal representante en Carlos Marx.
El socialismo marxista no se presenta como una doctrina ideal de justicia, sino como el resultado fatal de la evolución económica de la humanidad. Es bosquejado en el “Manifiesto del Partido Comunista” publicado por Marx y Engels en 1848, y expuesto con singular erudición, por el propio Marx en “El Capital” en 1867.
El capitalismo, según Marx, debe desaparecer, porque resulta de una indebida apropiación, por los burgueses, del fruto del trabajo de los obreros, quienes solo perciben como salario, una pequeña parte de lo que producen. Los capitalistas, que por sí solos no producen nada, se quedan, sin embargo
con la mayor parte del valor de aquella producción, y así constituyen el capital, que luego les asegura la primacía social y económica. 



El porfiriato

En 1865 se crea la Primera Internacional basada en ideas marxistas, y deja de funcionar en 1872, surge la Comuna de París en 1871, logrando un triunfo contra la burguesía, dura solo unos meses. 
El 13 de mayo de 1891 se promulgó una Ley expedida por el Congreso, virtud a la cual se establecía la distribución de los quehaceres públicos del Poder Ejecutivo en siete Secretarías de Estado, entre las que figuraba por primera vez la de Comunicaciones y Obras Públicas, lo que viene a significar un cambio en la política de construcción de caminos, considerándose que las carreteras y su desarrollo eran indispensables para impulsar la economía del país.
A fin de organizar las instancias administrativas dispersas que atendían los servicios de comunicación nacional, quedaron incorporados a este nuevo Ministerio 12 sectores: Correos Internos, Vías Marítimas de Comunicación o Vapores, Faros, Unión Postal Universal, Telégrafos y Teléfonos, Ferrocarriles, Monumentos, Carreteras, Calzadas y Puentes, Lagos y Canales, Consejería y Obras con el Palacio Nacional y Chapultepec, y Desagüe del Valle de México.
Esta Secretaría (llamada por muchos autores Ministerio) de Comunicaciones y Obras Públicas conservó su estructura institucional durante el período revolucionario.Decreto del 13 de mayo de 1891 respecto de la administración pública federal del gobierno Porfirista
A la par de la búsqueda por la estabilidad política mediante la reorganización y control del ejército y la pacificación del país, el Presidente Díaz encaminó sus esfuerzos a obtener el reconocimiento internacional. De las naciones europeas que había firmado la convención de Londres – por la cual se originó la guerra de intervención- y con la que México había roto relaciones diplomáticas-, Gran Bretaña fue la última en reconocer al gobierno de Díaz (1884). España lo otorgó el mismo año en que el general oaxaqueño asumió la presidencia, 1877, y Francia lo hizo en 1880.
Para el logro de sus objetivos en política exterior, el Presidente Porfirio Díaz contó con la colaboración de expertos que se habían forjado en las últimas décadas. Las dos figuras más importantes, fueron sin duda, Matías Romero e Ignacio Mariscal. El primero, quien se desempeñó como Ministro de México en Washington de 1882 a 1898, logró generar una política bilateral con los Estados Unidos aprovechando las oportunidades comerciales que se abrían. Mariscal, quien se desempeñó por casi treinta años como Secretario de Relaciones de 1880 a 1910, Su experiencia como ministro en Washington y Londres le permitió gestar una política exterior que mirara lo mismo allende al Bravo que allende al Atlántico.
En abril de 1878, Estados Unidos reconoció el gobierno del presidente Díaz. Con la modificación de una serie de leyes México abrió sus puertas a la inversión extranjera.
La respuesta del exterior no se hizo esperar: un gran flujo de capital y tecnología surgió de las concesiones que el gobierno mexicano otorgó a inversionistas extranjeros en forma de tasas de ganancias garantizadas, exenciones de impuestos y reformas fiscales benéficas para los inversionistas.
Las principales fuentes de capital extranjero invertido en México durante el Porfiriato venían de Estados Unidos y Gran Bretaña. Estados Unidos compartía con México el interés por desarrollar sistemas de comunicación que facilitaran el comercio e hicieran más estrechos los vínculos económicos entre ambos países; por tal motivo, gran parte del capital invertido en México estuvo dirigido hacia la construcción de una amplia red ferroviaria que uniera a las principales ciudades del país y –mediante conexiones– se extendiera más allá de la frontera norte hasta alcanzar importantes ciudades norteamericanas.
Con las grandes propiedades, la agricultura se orientó a la exportación y creció espectacularmente, sobre todo en la producción de henequén, café, cacao, hule y chicle.
No obstante, la importancia de los capitales norteamericanos para el proyecto modernizador del gobierno mexicano –Estados Unidos siempre fue en primer inversionista y socio comercial de México–, Díaz nunca dejo de mostrarse receloso de su participación en las áreas estratégicas de la economía nacional. La política expansionista sostenida años atrás por Estados Unidos –y de la cual México había sido víctima– seguía presente en la memoria colectiva de la nación, y su nueva variante, la invasión pacífica –que suponía un expansionismo de orden económico–, no podía ser halagüeña.
Por ello desde los albores de su régimen, Díaz fomento la participación de capitales europeos para contrarrestar la influencia que pudieran tener los norteamericanos en los asuntos internos de México. Un factor que favoreció en gran medida las inversiones británicas fue la participación que los miembros del gobierno mexicano tuvieron en las empresas extranjeras –mineras, petroleras, ferrocarrileras, y de servicios principalmente–. La relación de altos funcionarios porfiristas con inversionistas ingleses –particularmente con Weetman Dikinson Pearson, presidente de S. Pearson and Son– fue muy estrecha, y en la mayor parte de los casos las concesiones –supuestamente sometidas a concurso– se otorgaba favoreciendo los intereses británicos.
El marcado favoritismo del gobierno de Díaz hacia el capital británico no fue suficiente para detener la expansión económica norteamericana en México. La inmejorable posición geográfica de Estados Unidos y las presiones que por momentos ejercía el gobierno norteamericano sobre la administración porfirista fueron las condiciones que obligaron a Gran Bretaña a asumir el papel de segundo socio comercial de México. A pesar de la abierta simpatía que Díaz siempre mostró por el capital europeo, la relación con Estados Unidos era estrecha.
Pero los capitales extranjeros no lo eran todo. Para impulsar el desarrollo económico y el progreso material, la política exterior del Porfiriato fue la piedra angular. Durante los 34 años de dictadura el gobierno mexicano se comportó con independencia y valentía frente a las presiones que por momentos ejercía Washington sobre la administración de Díaz. El cumplimiento de los compromisos de la deuda definió desde 1878, la estabilidad y cordialidad de la relación bilateral.
El gobierno mexicano desarrollo una intensa actividad diplomática basada, desde luego en la estrecha cooperación con Estados Unidos. Con Washington se firmaron varios acuerdos. Se creó la comisión mixta de reclamaciones para cuidar los intereses de ambos países, se constituyó también la comisión internacional de límites. Como equilibrio político y económico resultaba imprescindible para México, el gobierno porfirista amplio sus horizontes hasta Europa. Las relaciones comerciales con Francia, España y Alemania alcanzaron un nivel sin precedentes. Inglaterra, por su parte, se convirtió en el contrapeso ideal en áreas estratégicas como la minería, los ferrocarriles y el petróleo. Porfirio Díaz mandó de embajador al Japón a su propio hijo porque ambos pueblos veían el auge del monstruo del norte como peligroso. (Argumentando cercanía de raza al ser la cultura mexicana y japonesa descendientes de la mongoloide que una rama cruzaría por el estrecho de Bering y serían los antepasados de los aztecas, y diversas etnias amerindias). Incluso en Centroamérica, la diplomacia mexicana actuó con independencia y se opuso a los intentos de Guatemala, auspiciados por Washington, de crear una sola nación con el resto de los países centroamericanos.
La política exterior de aquellos años, conducida por Porfirio Díaz y por sus Ministros de Relaciones Exteriores, Ignacio Luis Vallarta e Ignacio Mariscal fue radicalmente opuesta a la que se siguió en la primera mitad del siglo. Lejos de ser vaga e idealista con posiciones tajantes que no admitían negociación (como se demostró en el caso de Texas), esta diplomacia tuvo objetivos muy concretos -como lo fue el lograr el reconocimiento norteamericano- que iban a ser alcanzados con acciones pragmáticas y acomodaticias. Después de todo, si la finalidad era el desarrollo económico y esto requería de estabilidad y orden, ¿no era mejor acaso tener a los norteamericanos como socios y no como enemigos? De hecho, el gobierno de Díaz mataba así dos pájaros de un tiro, ya que era obvio que no solo necesitaba evitar el conflicto, sino que también requería del capital y de la tecnología del vecino del norte para el ansiado desarrollo económico. Ambas cosas las consiguió al mismo tiempo.
Además fue una política exterior mucho más sofisticada que la de antaño.
Se reconocía que Estados Unidos no era una sola entidad monolítica, sino que estaba compuesto de diversos grupos con distintos intereses, así que de lo que se trataba era de atraer a los intereses adecuados para neutralizar a los otros.
A pesar de todo la relación con Estados Unidos marchó como en ningún otro momento del siglo XIX: en un ambiente de amistad, paz y apoyo. Con las fronteras abiertas a las inversiones extranjeras y la estabilidad política garantizada por don Porfirio, el gobierno estadounidense respiró tranquilo en Washington durante más de tres decenios. Tan estable se presentaba la administración de Díaz, que los políticos de Estados Unidos se convirtieron en accionistas de las principales compañías petroleras y ferrocarrileras. Es de Díaz, la frase "Tan Lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos".
Francisco Bulnes escribió: “Existía una convicción universal de que mientras el general Díaz disfrutase del apoyo ultraamistoso que le había concedido Estados Unidos, nada debía temer a las revoluciones. La diplomacia mexicana debió dedicarse a mantener intactas tan valiosas simpatías, básicas para nuestra orden social”. Durante los gobiernos de Porfirio Díaz se registraron dos hechos importantes para la administración pública. El primero, al expedirse el 11 de febrero de 1883 el quinto Reglamento Interior del Ministerio de Relaciones Exteriores, y el segundo, al decretarse la existencia de siete secretarías para el despacho de los asuntos de orden administrativo del gobierno federal, el 13 de mayo de 1891, estableciéndose la Secretaría de Relaciones Exteriores.
De esta manera, también se integró un Reglamento para el cuerpo diplomático, el cual fue la Ley reglamentaria del cuerpo diplomático mexicano de 1888. Es de destacar que don Porfirio Díaz mantuvo una posición firme en asuntos de la política exterior, ya que también desarrolló una postura de acercamiento industrial, comercial, cultural y financiero hacia los países europeos.

Revolucion Mexicana

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX empiezan a surgir hostilidades en Europa entre las grandes potencias imperialistas por el reparto el mundo y por la lucha para alcanzar la supremacía económica y política.
Los antecedentes del conflicto se remontan a la situación de México bajo el Porfiriato. Desde 1876 el general oaxaqueño Porfirio Díaz encabezó el ejercicio del poder en el país de manera dictatorial. La situación se prolongó por 34 años, durante los cuales México experimentó un notable crecimiento económico y estabilidad política. Estos logros se realizaron con altos costos económicos y sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición política al régimen de Díaz. Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores con el Porfiriato.
Cuando Díaz aseguró en una entrevista que se retiraría al finalizar su mandato sin buscar la reelección, la situación política comenzó a agitarse. La oposición al gobierno cobró relevancia ante la postura manifestada por Díaz. En ese contexto, Francisco I. Madero realizó diversas giras en el país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Díaz lanzó una nueva candidatura a la presidencia y Madero fue arrestado en San Luis Potosí por sedición. Durante su estancia en la cárcel se llevaron a cabo las elecciones que dieron el triunfo a Díaz.
 Madero logró escapar de la prisión estatal y huyó a los Estados Unidos. Desde San Antonio proclamó el Plan de San Luis, que llamaba a tomar las armas contra el gobierno de Díaz el 20 de noviembre de 1910. El conflicto armado tuvo lugar en primera instancia al norte del país y posteriormente se expandió a otras partes del territorio nacional. Una vez que los sublevados ocuparon Ciudad Juárez (Chihuahua), Porfirio Díaz presentó su renuncia y se exilió en Francia.
 En 1911 se realizaron nuevas elecciones donde resultó electo Madero. Desde el comienzo de su mandato tuvo diferencias con otros líderes revolucionarios, que provocaron el levantamiento de Emiliano Zapata y Pascual Orozco contra el gobierno maderista. En 1913 un movimiento contrarrevolucionario, encabezado por Félix Díaz, Bernardo Reyes y Victoriano Huerta, dio un golpe de Estado. El levantamiento militar, conocido como Decena Trágica, terminó con el asesinato de Madero, su hermano Gustavo y el vicepresidente Pino Suárez. Huerta asumió la presidencia, lo que ocasionó la reacción de varios jefes revolucionarios como Venustiano Carranza y Francisco Villa. Tras poco más de un año de lucha, y después de la ocupación estadounidense de Veracruz, Huerta renunció a la presidencia y huyó del país.
Las elecciones se realizaron el 26 de junio de ese año, resultando electos Díaz y Corral. Durante el mes de septiembre se llevaron a cabo numerosas celebraciones con motivo del centenario de la independencia. Para tal ocasión asistieron embajadores y ministros plenipotenciarios de diversos países que mantenían relaciones internacionales con el país: de España acudió el representante personal de Alfonso XIII el marqués Camilo de Polavieja, quien llevó el uniforme de José María Morelos y Pavón para entregárselo al gobierno mexicano; por los Estados Unidos asistió el embajador especial Curtiss Guild; concurrieron además Carl Buenz embajador especial de Alemania; Chan Tin Fang, embajador de China; el mayor general Enrique Loynaz de Cuba; y Paul Lafebre de Francia entre otros.
 El 6 de octubre Madero escapó de San Luis Potosí con destino a San Antonio, Texas, donde se reunió con sus familiares y partidarios. Allí redactó junto con un pequeño grupo —entre los que destacaban Juan Sánchez Azcona (ex-reyista) y Roque Estrada— un documento conocido como Plan de San Luis, aunque en realidad el texto apareció fechado el 5 de octubre en San Luis Potosí. El plan convocaba a la lucha armada;44 declaraba nulas las elecciones para presidente, vicepresidente, magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y diputados y senadores; se reconocía como presidente provisional y «Jefe de la Revolución» a Madero; y se insistía en reivindicaciones de carácter social para indígenas y obreros.Asimismo, señaló el 20 de noviembre como la fecha en que todos los mexicanos debían levantarse en armas contra el gobierno. Junto con este documento, Madero escribió un manifiesto dirigido al Ejército Federal, en el que se le exhortaba a unirse al movimiento revolucionario.
Auspiciado en los Tratados de Ciudad Juárez, León de la Barra intentó acelerar el proceso de licenciamiento de las tropas revolucionarias.
Se calcula que de los 60.000 rebeldes, sólo 16.000 se organizaron en nuevos cuerpos de Rurales, regresando la mayoría a la vida cotidiana
El mayor opositor del desarme y desmovilización de las tropas fue Emiliano Zapata, quien pedía que primero se cumpliera lo prometido por Madero en el Plan de San Luis en el rubro de restitución de tierras.
Ante esta situación, Madero se encontró en medio de la postura del presidente interino, la cual era apoyada por los hacendados del estado de Morelos, y los reclamos de las tropas revolucionarias, que pedían que se cumpliera lo prometido.
Intentando conciliar, Madero se reunió con Zapata en Cuautla el 18 de agosto de 1911 donde se comprometió a resolver el problema agrario a cambio de que las tropas zapatistas fueran licenciadas. Además, le pidió que confiara en las negociaciones con el gobierno. Al principio, De la Barra pareció estar de acuerdo con las peticiones de Zapata, pero en lugar de continuar las pláticas ordenó al general Victoriano Huerta, quien se encontraba en el mismo estado de Morelos, que reprimiera por la fuerza el movimiento zapatista. Madero tuvo que salir huyendo de vuelta a la Ciudad de México mientras que Zapata y algunos pocos de sus hombres se replegaron hacia las sierras de Puebla y Guerrero. Poco después, Zapata realizó un manifiesto dirigido al pueblo de Morelos, en el que acusó a los «traidores científicos» de querer retomar el poder mientras que, por otra parte, exculpó a Madero. Adicionalmente, proclamó la existencia del Ejército Libertador del Sur,
Durante este periodo de transición, el 27 de noviembre de 1911 se modificó la Constitución mexicana en sus artículos 78 y 109, prohibiendo así las reelecciones del presidente y vicepresidente, aunque éste último podía postularse en el período inmediato.
Además, en diciembre de 1911 se formuló la ley electoral, misma que fue reformada en mayo de 1912. La instauración de dicha ley tenía como finalidad ampliar la libertad electoral, limitar la intervención estatal en las elecciones y expandir el universo de electores, buscando una mayor igualdad electoral.
Durante el mandato de Madero se transformó casi en su totalidad la pirámide del poder: llegaron nuevos gobernadores, muy diferentes a los que habían participado en el gobierno de Díaz, además de que viejos jefes políticos se vieron desplazados por un nuevo aparato gubernativo dominado por las clases medias, aunque obreros y campesinos siguieron relegados de los procesos políticos.
Dos días después de la toma de posesión de Madero, el presidente envió un representante a Morelos pidiendo que Zapata licenciara sus tropas. Zapata puso como condiciones que el gobernador del Estado Ambrosio Figueroa fuera removido del cargo, el retiro de las tropas federales, indulto y salvoconducto para los integrantes de su ejército y el establecimiento de una ley agraria que mejorara la calidad de vida en el campo. Madero rechazó las condiciones y envió al ejército a Villa de Ayala, donde establecieron un cerco y abrieron fuego con la intención de terminar con el movimiento. Zapata y sus hombres lograron huir al estado de Puebla, y el 28 de noviembre dieron a conocer el Plan de Ayala, documento redactado por Otilio Montaño y firmado por elementos del Ejército Libertador del Sur En dicho documento se acusó a Madero de haber impuesto al vicepresidente y los gobernadores de los estados en contra de la voluntad popular, se le acusaba de dictador y estar «en contubernio escandaloso con el partido científico, hacendados feudales y caciques opresores enemigos de la revolución». Además se reconocía como «Jefe de la Revolución» a Pascual Orozco y, en caso de que éste no aceptara, quedaría como jefe Emiliano Zapata.
Al enterarse del Plan de Ayala, el presidente Madero redobló los esfuerzos por terminar con el movimiento sin conseguirlo, lo que al mismo tiempo lo llevó a una mayor enemistad con los hacendados.
A lo largo de 1912 la lucha entre zapatistas y el gobierno fue de reducida intensidad, entre pocos y pequeños grupos rebeldes zapatistas y las tropas del general Felipe Ángeles, quien había recibido instrucciones de Madero de que la lucha no fuera excesivamente violenta.
Tras la muerte de Carranza, Adolfo de la Huerta fue nombrado por el Congreso de la Unión presidente provisional el 1 de junio de 1920. Durante su mandato logró que Francisco Villa dejara la vida militar al firmar los Convenios de Sabinas, con lo que se le otorgó el grado de general de división y la hacienda de Canutillo, en Chihuahua, a donde se retiró para dedicarse a labores del campo.En septiembre convocó a elecciones, en las que Álvaro Obregón fue electo para asumir la presidencia el 1 de diciembre de ese año.
El 20 de julio de 1923 Francisco Villa, acompañado del coronel Miguel Trillo, Rafael Medrano y Claro Hurtado, además de su asistente, Daniel Tamayo fue emboscado por Jesús Salas Barraza a la entrada de Parral, muriendo el caudillo a las 8:15 de la mañana en el lugar.
Ramón Contreras, miembro también de su guardia personal, fue el único que sobrevivió.
 Obregón fue presidente entre 1920 y 1924. De la Huerta quiso ser elegido presidente nuevamente, pero al ver que Obregón favorecía a Plutarco Elías Calles desconoció al gobierno, lo que desencadenó la denominada rebelión delahuertista, que fue apoyada por las dos terceras partes del ejército nacional. El movimiento fracasó y el 11 de marzo de 1924 De la Huerta abandonó el país,exiliándose en Los Ángeles, California.
Plutarco Elías Calles fue nombrado presidente para el período de 1924 a 1928, tomando posesión el 1 de diciembre. Durante los dos últimos años de su gobierno la situación interna del país se volvió crítica debido a la posición de Calles respecto a la iglesia católica, lo que provocó el surgimiento de un movimiento armado conocido como «guerra cristera». Poco antes de terminar su mandato se reformaron los artículos 13 y 82, con lo que existiría la posibilidad de que Obregón fuera electo presidente nuevamente. En las elecciones realizadas el 1 de julio de 1928 Obregón resultó victorioso por un amplio margen, pero antes de asumir la presidencia fue asesinado en un restaurante de la Ciudad de México por José de León Toral, un fanático católico.
Tras la muerte de Obregón, Calles dio un discurso público en el que aseguró que la etapa de los caudillos llegaba a su fin y comenzaba el de las instituciones. En 1929 fundó el Partido Nacional Revolucionario, posteriormente llamado Partido de la Revolución Mexicana y finalmente Partido Revolucionario Institucional, el cual gobernó al país por más de 70 años.